El primer lector

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En mis tiempos de mocasín, pantalón piti y corbata afilada como un machete, es decir: en los tiempos en los que ibas al disco paf a intentar rematar lo que tanto costaba en las calles – demasiados ojos, demasiadas vecinas – en aquellos tiempos, que me voy, nunca fui de asaltar los cielos en forma de jaulas de go-gó, sino más bien de batirme el cobre a pie de barra con todas las armas de la labia y del morro que se hace jeta frente a proletarias como yo, sólo que más conscientes del poder que habitaba en su(s) pecho(s)… y, pues, con esos lodos de principio ¿cómo esperar que guarde alguna esperanza en las Musas, tan diosas al final como animadoras en su pedestal?

Si alguna vez Clío, Caliope, Talía o cualquiera de las otras se dignó en posar en mí su mirada es muy probable que me encontrase trabajando, como a Picasso (pero en otras cosas); o más bien correteando de aquí par allá tras la estela de un recuerdo – vivido o robado – e intentando engranarlo con los mínimos alambres en una estructura de autómatas donde cada rodamiento pone otro en marcha, un atrapa sueños en movimiento perpetuo que debe mantenerse pulido y engrasado hasta el fulgor.

A Stephen King, el González Ledesma norteamericano, se le pueden echar en cara muchas cosas, y la mayoría con razón – aunque ahora hasta la crítica seria parece tomárselo en serio – pero nadie puede negar su pasión por la escritura y la capacidad, tal vez vitalicia, de seguir volcando historias nuevas en el papel – y, a diferencia de otros autores prolíficos, no parece usar – desde luego, no abusar de los – “negros”: sus lectores lo notarían. Pero volvamos a las Musas: hace ya unos años, Stephen King publico un librillo – al menos según sus tamaños habituales – titulado “Mientras escribo” – creo que ya hemos hablado de él – en el que mezclaba unos cuantos apuntes biográficos con un manual de consejos para aquellos que quieran dedicarse a la escritura. No esperen encontrar LA FÓRMULA MÁGICA: no existe – o tampoco se encuentra en este libro. King recomienda leer, leer, leer, escribir, escribir, escribir y – curiosamente – evitar los adverbios, sobre todo los terminados en -mente. Tampoco queda sitio para las Musas esta vez: otro proleta alejado de las diosas, mira tú. Pero en este mismo libro hay un fragmento que me gustaría recordar:

“Alguien, cuya identidad no recuerdo, escribió que en el fondo todas las novelas son cartas a una persona. Pues oye, estoy de acuerdo. Creo que todos los novelistas tienen un lector ideal, y que el escritor, en varios momentos de la redacción de una historia, se pregunta: «¿Qué pensará cuando lea esta parte?». En mi caso, el primer lector es mi mujer Tabitha.
Siempre ha sido una primera lectora muy comprensiva, de quien sólo he recibido apoyo. […]. Cuando ve algo que le parece mal, no se lo calla.
Con Tabby en el papel de crítica y primera lectora, suelo acordarme de una anécdota que leí sobre la mujer de Alfred Hitchcock, Alma Reville. Era el equivalente de la primera lectora de Hitch, una crítica de enorme perspicacia que no se dejaba impresionar por la fama que iba ganando el maestro del suspense. Mejor para él. Si Hitch decía que quería volar, le contestaba Alma: «Primero cómete los huevos fritos».
Poco después de acabar Psicosis, Hitchcock organizó un pase para unos cuantos amigos, que la pusieron por las nubes y la saludaron como una obra maestra del suspense. Alma los dejó hablar, y luego dijo con gran firmeza:
—Así no se puede estrenar.
Se quedaron todos de piedra, menos el propio Hitchcock, que preguntó por qué.
—Porque cuanto Janet Leigh tiene que estar muerta traga saliva —contestó su mujer.
Era verdad, y Hitchcock opuso tan poca resistencia dialéctica como yo cuando Tabby me llama la atención sobre un lapsus. A veces discutimos sobre varios aspectos de un libro, y ha habido ocasiones, en temas subjetivos, en que ha prevalecido mi opinión, pero cuando me pilla en una metedura de pata lo acepto y doy gracias por tener a alguien que me diga que tengo la bragueta desabrochada antes de aparecer en público”.

A mí me pasa a un nivel excesivo. Enfermizo. Yo no escribo para mí: ya conozco mis historias y, aunque no fuera así, me resultaría… ¿masturbatorio?. Tampoco soy capaz de escribir para el “público”, una masa primordial de ojos y pensamientos a los que no puedo individualizar. No puedo escribir sin poner cara al lector. Sin anticipar su inquietud, su sorpresa, sus preguntas. Sin explicar sus dudas mentalmente, defender lo que cuento y cómo lo cuento.

Unos meses atrás recibí un ofrecimiento serio – y que agradezco de corazón – para editar alguno de mis relatos. El proyecto también incluía: a) Sacar mis textos de los canales de libre difusión y b) Presentarme a concursos literarios. En un plano teórico admito sin fisuras la bondad de los concursos, más de los orientados a escritores noveles o con poca obra publicada. No dudo de la buena intención de los organizadores ni de los jurados – ¡Dios les bendiga! – ni pienso que, como en alguno de sus hermanos mayores, los premios estén dados de antemano. Pero… no estoy hecho para ellos: no puedo escribir pensando en cómo gustar a un jurado – esa masa primordial inidentificable. Y no sé cómo a un jurado le puede gustar un relato mío tomado de forma aislada – ya saben: autómatas engranados, etc., etc. – El problema es mío.

Y sacar los relatos de los blogs… cortó el feedback. Yo me lo temía e intenté evitarlo con “El Club de Lectura”, pero no fue lo mismo. No fue ni parecido. Me quedé sin el “primer lector”, ése para el que escribe Stephen King – y yo también: el que si no se ríe cuando debe o llora cuando toca es que algo has hecho mal, ése al que quieres ponerle los pelos como escarpias, sí.

Sé que nunca seré un escritor “profesional”. Me falta talento, tiempo y constancia – esto como mínimo – pero sé que tengo historias interesantes por contar y en ocasiones soy capaz de hacerlo, por más que las Musas pasen de mí un día sí y al otro, también. Internet es el medio en el que más cómodo me siento, más incluso que aquellos fancines ciclostilados en los que por primera vez vi mis palabras en letra de molde… y porque Internet también puede ser un filandar íntimo y global a la vez, un lugar junto a la lumbre como escenario para un contador de historias. Uno dos punto cero.

Foto: Falcon Rawbite

17 comentarios en “El primer lector

  1. Sí, claro, justo eso, talento es lo que te falta…
    Xibeliuss, la modestia es la virtud de los que no tienen otra. Tú ya tienes muchas; el talento, si el talento, la sensibilidad, la elegancia, la perspicacia, el estilo, la contundencia, el humor, la frescura… y por si fuera poco tienes además a Tebib y al Ti Prada a Castañuela y a (suspiro) Pajarito. Tío, No acapares.

    Joder, que ganas tenía de escribir aquí 😀

    Luego vuelvo y escribo más.

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    1. ¡Hombre, Rosa! ¡Vas a saber tú mejor que yo si tengo talento o no? 😀 😀 😀 Así da gusto «abrir la puerta», de verdad. Un fuerte abrazo y gracias por seguir.
      Pd. En todos estos años nunca abandono del todo. Pero tras encontrarte por Frankfurt las ganas de volver fueron más grandes.

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  2. Yo también te tenía ganas…Por fin la puerta abierta, yo me cuelo …ahora que no miran
    Que escribes que «te pasas»
    Pienso, como Rosa, que talento no te falta ni un pelín. Que las Musas están todas locas por tí, y por eso no nos visitan al resto de mortales.
    Que cosa más guapa y con tanta «chicha» lo que cuentas hoy por aquí….
    Yo soy una lectora horripilante: anárquica, rarita, con tendencia al aburrimiento y la dispersión; y muy desconfiada de lo que me están contando «los importantes» Vamos, un desastre. Por eso me encanta la fantasía que, como la buena comedia, casi no existe (así tengo que leer menos jajja)…a pesar de lo que digan….
    La fantasía de verdad: esa otra realidad en que proyectamos nuestra verdad cambiada, girada 180 grados, para que no se vea ni se note lo fea que es la verdad en el fondo, lo impía, ruin y requetemala. Que la «mentira» es compasiva, bonita y joven, no de años, sino de asombro. Y suele estar siempre disponible.
    Y esa pregunta, que debería haberme hecho yo si se me hubiera ocurrido….Para quién escribo? Ni idea; creo que para ellos, los difuminados protagonistas de una historia que nunca acabo. Para que se hagan reales en alguna dimensión. Para que existan… y estén conmigo.
    Creo que para nadie, y para todos; incluso a veces para fastidiar (a la verdad).
    Tu primer lector (lectora) será siempre el mejor, más bien el «único».
    Yo también tengo uno; no tiene ni pajolera idea de lo que es, objetivamente, un epíteto, por ejemplo. Yo tampoco, lo he olvidado a posta. Los primeros lectores nos conocen ¡ditasea! Identifican inmediatamente ese detalle (a corregir) que haría que nuestra maravillosa mentirijilla, pareciera una verdad. Fea, implacable inquisidora de las Musas- Yo sí creo en las Musas; y casi nunca me pillan trabajando 😉
    O bien, Se Asombran!! y se pierden sus ojos en nuestra «mentira perfecta»
    Y a veces pienso que los escritores dejan de serlo cuando se «profesionalizan» , no sé, quizás no todos. Aunque algunos también dejan de ser «pobres»..jejejj, igual compensa?
    Buscaré ese «Mientras escribo»…a ver si lo leo 😉
    Me he extendido mucho jajajajjjjj (maldito ego)… hablo poco, escribo demasiado…así que ya. Un abrazo Xibeliuss!! y gracias por escribir en este cálido 2.0 tuyo 🙂

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    1. ¡Me encanta lo que dices, Moni! Yo también soy un lector caótico: leyendo tu comentario he mirado la pila de libros que tengo en la mesilla pendientes de leer ¡y no tienen nada que ver unos con otros! Es más: no sé si habrá mucha más gente a la que les gusten los unos y los otros. Me gustan los libros «pesados» que te hacen pensar, los que hacen malabarismos con el lenguaje, los que te explican cómo fue el pasado y los que exponen cómo debería ser el futuro para que nos fuese mejor a todos… Pero, al final, lo que me desarma es que me cuenten una buena historia en la que pueda meterme dentro. ¡Y por suerte soy capaz de meterme en muchos tipos de historias!
      Muchas gracias por seguir, Moni. Un fuerte abrazo.

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  3. PARA QUIÉN ESCRIBO

    ¿Para quién escribo?, me preguntaba el cronista, el periodista
    o simplemente el curioso.

    No escribo para el señor de la estirada chaqueta, ni para su bigote
    enfadado, ni siquiera para su alzado índice
    admonitorio entre las tristes ondas de música.

    Tampoco para el carruaje, ni para su ocultada señora
    (entre vidrios, como un rayo frío, el brillo de los
    impertinentes).

    Escribo acaso para los que no me leen. Esa mujer que
    corre por la calle como si fuera a abrir las puertas
    a la aurora.

    O ese viejo que se aduerme en el banco de esa plaza
    chiquita, mientras el sol poniente con amor le toma,
    le rodea y le deslíe suavemente en sus luces.

    Para todos los que no me leen, los que no se cuidan de
    mí, pero de mí se cuidan (aunque me ignoren).

    Esa niña que al pasar me mira, compañera de mi
    ventura, viviendo en el mundo.

    Y esa vieja que sentada a su puerta ha visto vida,
    paridora de muchas vidas, y manos cansadas.

    Escribo para el enamorado; para el que pasó con su
    angustia en los ojos; para el que le oyó; para el que
    al pasar no miró; para el que finalmente cayó cuando
    preguntó y no le oyeron.

    Para todos escribo. Para los que no me leen sobre todo
    escribo. Uno a uno, y la muchedumbre. Y para los
    pechos y para las bocas y para los oídos donde, sin
    oírme, está mi palabra.

    VICENTE ALEIXANDRE

    *** Tiene una parte II pero ya me quedaba el comentario demasiado largo 😛 para que ni siquiera fuera mío… Aleixandre tiene esas cosas que cuando lees lo que tú hubieras querido decir, pero lo ha dicho él pues ya no quieres decirlo tú

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    1. ¿Sabes? Me he dedicado a «coleccionar» cosas así: cosas que me gustaría haber dicho (tan bien)… pero como alguien lo ha hecho antes y mejor, pues por lo menos quiero compartirlo con más gente 🙂

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  4. No es fácil abrirse paso en ninguna actividad, la de escritor profesional, no es excepción, acaso es excepcionalmente difícil. Pero lo importante de quien escribe es transmitir, sea sobre un papel, sea sobre una pantalla. El primero tiene dueños, la segunda, aún es de todos.
    Un saludo.

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    1. Aparte de ser difícil (que también), incluso más que talento (que también), se necesita estar muy convencido y tener mucha constancia. Yo sé que no es mi caso, pero no por ello voy a renunciar a contar mi opinión, mis historias… ¿Que llego a más o menos gente? No sé si eso es tan importante, sino llegar bien.
      Gracias por pasar, dlt. Saludos.

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  5. Me has «llegado» muy adentro con la sencillez de tus palabras. Hace mucho que te sigo pero por falta de tiempo apenas comento. Hoy después de leerte no podía irme sin decirte nada. ¡Que grande eres!.
    Lo de Stephen King lo conocía, he leído ¡todas! sus novelas.
    Un abrazo

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    1. ¡Muchas gracias, Wersi! Yo también sigo pendiente de tus imágenes: quizás no tan de seguido como antes, pero de verdad que no te pierdo de vista 😀 Si he conseguido llegarte es que voy por buen camino. Abrazos.

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  6. Yo, no tengo sentido crítico ni inteligencia para escribir. No leí nunca manuales de escritura creativa, pero un día por casualidad llegué a uno de tus blogs, te leí y me enfadé, bueno, si lo recuerdas me enfadé con lo que opinaba un viajero que llegó a nuestra comarca y no me gustó nada algunas cosas que decía de aquellas gentes. Hasta entonces yo había leído un poco de todo, hasta los periódicos…
    Después comencé a leer entradas de tu blog, y notas de tu Facebook que mas tarde quitaste, al menos yo no las encontré.
    Después me puse a escribir recuerdos sin ningún estilo ni creatividad, solo por dejar a los míos una ligera idea de lo que era vivir en esa tierra tan querida por mi y los sueños que tenía. Ya se acumulan un montón de páginas que no se donde terminarán. Yo se que escribo para ellos aunque a veces no se como plasmar algunos momentos pues incluso yo, me asusto.
    Cuando escribas piensa que al menos yo lo leeré, aparte de que me encanta como escribes, siempre se aprende algo de los buenos.
    Un abrazo amigo.

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    1. Inés, tú tienes lo más importante: las historias, las ganas de contarlas y un motivo claro para hacerlo. ¿Quién necesita entonces manuales? Éste no va a ser nuestro oficio, ni el tuyo ni el mío: de lo contrario claro que habría que prepararse y estudiar y hacer prácticas y asistir a cursos, etc. etc. Cuando escribes yo te entiendo perfectamente, y no sólo porque conozco de lo que hablas. Un fuerte abrazo y gracias por seguir.
      Pd. Creía que habías llegado al blog a través de la puerta cerrada de una casa de Triufé que alguien se saltó 🙂 También me acuerdo de lo de Illya. Las Notas de facebook creo que eran algunas de las entradas del blog, que por alguna razón que nunca supe salieron como notas y no como enlaces. No recuerdo haberlas quitado yo, pero tampoco puedo asegurarlo. En el blog (http://photoxibeliuss.blogspot.com.es para quien no sepa de qué hablamos) sigue todo, en cualquier caso

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      1. Tienes toda la razón, si…, Aquella puerta fue la que consiguió que me preguntara quien andaba quitando telarañas de los corrales de mi niñez y publicaba los secretos que encierran y así fue como vieron la luz. Después vino una retahíla de preguntas que me llevaron a tu blog y después, tu valentía de publicar mis ensoñaciones o como se llamen.
        Venga escribe, que soy tu primer lector-a.
        Un abrazote grande de esta pequeña mujeruca.

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  7. Hola Xibeliuss, yo recuerdo que me robaste el corazón cuando leí la leyenda del roble de Codesal y hasta hoy.
    No dejes de escribir y compartirlo.

    Yo también te leo y lo sabes….

    Un abrazo hermanito ☺

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    1. Lo sé, hermanita, lo sé… ¡El Roble de Codesal! Ya ha llovido desde entonces. Y también ha vuelto a salir el sol, uno muy, muy grande.
      Fuerte abrazo.

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