Don Nemesio del Moral

Relatos Propios

Si ya en los evangelios se cuenta aquello del hombre rico, el camello y el ojo de la aguja, imaginen lo fatigoso que era en los años del desarrollismo encontrar un constructor honrado. Don Nemesio del Moral nunca intentó serlo. Ni tentaciones: él era un pistolero de la vieja escuela, un hueso demasiado duro para cualquier otro perro, un cabrón con pintas celoso de sus logros – él mismo, el primero. Se puede y debe reconocer que era bueno en lo suyo. Depredador, sí. Voraz, también. Pero siempre con extrema cautela y siempre cuidando del negocio. Del propio, claro, no del de los demás.

Fijémonos, por ejemplo, en el caso de las Torres de Altas Vistas. Don Nemesio conoció La Finca como un puñado de huertas de medio pelo, cuando le encargaron la construcción de unos almacenes junto a la carretera de Barcelona. Ya no quitó ojo. Vio como sus competidores levantaron los primeros bloques de lo que sería San Lucas y no se preocupó. Vio llegar a los primeros chabolistas a La Finca y, con ellos, su primera oportunidad para un negociete en la zona: compró a buen precio un terreno junto al arroyo Montañero, consiguió un permiso de aprovechamiento de áridos y puso en marcha una modesta fábrica de ladrillos y adobes. Con sus extracciones las antiguas huertas quedaron sembradas de trincheras, que habrían de ser el lugar favorito de juegos para la chiquillería de la vecindad. Vio como crecían los dos barrios – el más o menos acomodado y su arrabal de barracas – y entonces decidió mover otra ficha: se ofreció al arzobispado para erigir a sus expensas una nueva iglesia. “Yo pongo la casa y ustedes ponen los curas, monseñores. Está llegando mucha gente nueva y no es bueno dejarlos de la mano de Dios” No era la primera vez que hacía algo parecido. Tampoco sería la última.

Nemesio del moral 01

Don Nemesio sabía que las buenas acciones siempre tienen recompensa. Lo importante es distinguir con certeza a quién es conveniente ayudar y qué rentabilidad vas a obtener; ir repartiendo favores entre titirimundis que sólo podrían reembolsar buenas palabras lo entendía como un inaceptable derroche de tiempo y recursos. Con la Iglesia, por ejemplo, era conveniente llevarse bien, ser visto en las procesiones, fundar cofradías con otra gente de orden, llevar a tus hijos a los colegios de la Obra, levantar parroquias de gratis – y que no se cayesen a los cuatro años… Esas cosas que te permitían llamar de tú a concejales y subsecretarios y, lo mejor de todo, tener acceso antes que nadie a informaciones interesantes. Así, la inversión en la iglesia de San Lucas Evangelista la recuperó con creces cuando algún tiempo después un meapilas de Urbanismo le filtró el proyecto de cierta carretera de circunvalación que iba a cambiar para siempre la ciudad y un buen número de barrios hasta entonces de las afueras.

Muchos de sus competidores se hubiesen amilanado ante la magnitud de la empresa y de las oportunidades generadas, pero no Don Nemesio. Él comprendió de inmediato que se encontraba ante su rubicón, el ahora-o-nunca definitivo. Y así supo que necesitaba generar caja con rapidez para a) comprar las voluntades políticas necesarias y b) conseguir financiación para terrenos y equipamientos. Las áreas con probabilidades de originar mayores plusvalías con menor inversión eran, por supuesto, las menos desarrolladas; y entre ellas estaban La Finca y San Lucas. Entre La Finca y San Lucas Evangelista, muy cerca de su fábrica de ladrillos, compró Don Nemesio a precio de saldo un secarral donde en poco más de un año erigió su Complejo Altas Vistas, o Las Torres, como enseguida las bautizaron los vecinos: tres edificios de doce alturas – cerca de trescientas viviendas, un buen puñado de locales comerciales en los bajos y jardines alrededor, o más bien la esperanza de ellos – construidos en cartón piedra y papel maché que se vendieron como caramelos en cuanto los rumores sobre el proyecto de circunvalación corrieron entre los círculos de enterados. Para Don Nemesio Altas Vistas y otras dos o tres urbanizaciones similares en distintos extrarradios supusieron una serie de negocios redondos y, tal y como había planeado, la base para conquistas cada vez más lucrativas. El dinero fluía con soltura entre las manos adecuadas y la ciudad entraba con paso firme en la modernidad.

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Pero hete aquí que el cartón piedra de Las Torres comenzó a deteriorarse antes de lo previsto y la comunidad de vecinos, gente de ciertos posibles al fin y al cabo, llevó el tema ante los tribunales y hasta consiguió que Don Nemesio hubiese de afrontar las reformas e indemnizaciones de los más flagrantes que ocultos vicios en la construcción del Complejo. En realidad por aquel entonces ya Don Nemesio estaba ingresando dinero a espuertas y los costes de esta sentencia apenas supusieron unas cuantas líneas al haber en el mar de debes de sus libros contables; pero él recibió aquello como una afrenta que era necesario vengar. Cuestión de respeto, vaya.

Don Nemesio desechó – de mala gana, eso sí – cualquier ataque físico contra los cabecillas de la comunidad de vecinos. “Demasiado vulgar ya para ti” – le dijo su conciencia – “Piensa en algo más sutil”. Y así decidió incinerar toneladas de basuras en los hornos de su fábrica de ladrillos, volviendo insoportable el respirar en toda la barriada. Tuvo que dejarlo antes de lo pensado porque el humo también afectaba al rendimiento de sus obreros en el tajo de la circunvalación, algo que no podía permitirse. “Más sutil, más sutil” – se dijo don Nemesio de nuevo.

Y entonces se acordó de Amadeo Oliván.


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19 comentarios en “Don Nemesio del Moral

  1. Y así fue como los Nemesios de turno ( que en todas partes hay) construyeron colmenas donde los que abandonando pueblos, se sometieron a vivir en comunidad con lo que eso significa… Y al lado de la futura M 30 con lo que contamina el aire y acústicamente, casi nada.
    Con impaciencia la continuación con Amadeo Oliván.
    Un abrazo amigo.

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    1. Tal vez la M30 era inevitable. Por el acelerado crecimiento de la ciudad, y eso. Nació ya pequeña, como lo M40 y casi todas las demás. Las colmenas… creo que son la demostración más palpable de lo que intento contar 😀
      Gracias, Inés. Un fuerte abrazo.

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  2. Se me ocurren unos cuantos Nemesios, algunos bien cercanos. Deberíamos hacer una estadistica de Nemesios en cada pueblo por pequeño que sea.
    Madre mía, no quiero imaginar lo que saldrá de la sociedad que saldrá cuando se junten Nemesio y Amadeo.
    Un abrazo.

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  3. Me cae fatal Don Nemesio. Y le voy a quitar el Don, además.
    Pero cómo se puede ser tan malo, y tan ruin. El otro día decía una psicóloga de un programa de corazón…fíjate..XD..que las personas malas eran muy inteligentes. Eso no puede ser, y si lo es, ya no tenemos esperanza, o qué? A mí me gusta pensar que es mucho más difícil e inteligente ser bueno.
    Pero eso la bondad y la maldad ya está olvidado, desfasado, no? Esa honradez que, apuntas al principio, escasea.
    Fíjate que casi parece que tenga inquietudes, Nemesio, buscando sutilidad. A ver quién es Amadeo Oliván.

    😦 Jo, qué mundo el real, con Nemesios y compañía: mucho peor la compañía, esa que consiente y promueve desde atrás, desde dónde no se ve, desde despachos santificados y honores de » hombres de bien» que tantos como él se multipliquen, triunfen y campen a sus anchas, a cambio de su miserable tajada.

    Me quedo intrigada e intranquila, sigue por favor.
    Un fuerte abrazo Xibeliuss:)

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    1. Ah, don Nemesio no está en este mundo para gustarnos: nosotros estamos aquí para que él se aproveche de nosotros 😀 Y nunca considerará su tajada miserable, me temo.
      La maldad y la bondad. Um, yo soy relativista como el que más; y, sin embargo, si que creo en la existencia del mal puro, sin contaminación de ningún tipo. Y a menudo no está tan lejos.
      Un gran abrazo, Mónica. Gracias.

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    1. Escru…¿qué? – dijo don Nemesio.
      «¿De verdad sentirías compasión por alguno de esos puntitos si dejara de moverse para siempre? Si te ofreciera veinte mil libras por cada puntito que se parara, ¿realmente me dirías que me guardase mi dinero, muchacho, o empezarías a calcular cuántos puntitos podrías permitirte dejar con vida? Libres de impuestos, amigo. Libres de impuestos. Hoy en día es la única manera de ahorrar.» (Harry Lime en El Tercer Hombre)
      Gracias, Cayetano. Saludos

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  4. Yo también me acuerdo de los Oliván. Estoy salivando 😀

    ¡Que bueno eres! 🙂

    Que pejiguera se ha puesto la conciencia con la edad… sutil, sutil… Normal que Don Nemesio no le guste 😀 😀 😀 Leo Don Nemesio y veo a Don Corrado Prizzi con la cara de Tony Soprano 😀

    Oye, no nos vayas a dejar así muchos días, eh?

    Un beso

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    1. ¡El Honor de los Prizzi! Me has alegrado el día: vaya peliculón y que olvidado. Voy a ver si la tengo a mano y la veo esta noche. El grandísimo Hickey sería un poco viejo para el papel de Nemesio, sí. Y Tony me cae demasiado bien como para meterlo en la piel de este casposo. No me extrañaría que tuviese una planta entre un Edward G. Robinson y un Enrique Cerezo, el presi del Atleti 😀 😀 😀

      A la continuación sólo le falta el último pulido. Sólo que vienen días complicados para mi. No tardará.
      Gracias, vega. Un gran abrazo.

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      1. El atleti (el sábado voy a verlos a Gijón :D) es indestructible. Ha sobrevivido al Dr. Cabeza, a Jesús Gil y ahora a este…

        Besos

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    1. ¡Vaya sorpresa! Muchas gracias, Panda L. No soy mucho de premios ni de concursos, pero te lo agradezco de todo corazón.
      Saludos encantados 😀

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  5. Menudo pájaro. Y no es absoluto un rara avis. Que mala baba con contaminar toda la barriada:-) Buen relato

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    1. Jjajaja Sí, un pájaro de mal agüero. No sé que me da que este «artista» es responsable de barrabasadas mucho peores. Quizás conozcamos alguna más, pronto 🙂
      Gracias, Katy. Abrazos

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  6. Genial. Bueno, como siempre, genial. Un gran relato.
    Si es el comienzo de una saga, esperaremos con impaciencia. Supongamos que el recuerdo a Don Amadeo no sea la contratación de un asesino a sueldo.
    Lo que no me queda claro es ¿a que partido dices que pertenecía Don Nemesio? Esa clase de gente no tiene partido, pero si financia en especial a alguno de ellos.

    Un abrazo

    · LMA · & · CR ·

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    1. Jjejeje En la época de este relato aún no había partidos: algunos estaban entre la ilegalidad y el exilio y otros ni siquiera pensaban que alguna vez fundarían uno. Pero lo hicieron, mira tú. Quizás hasta Don Nemesio llegó a ir en sus listas.
      Abrazos, Ñoco

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