
“El alma de una excursión es la libertad, la completa libertad para pensar, sentir y hacer exactamente lo que uno desee. Salimos de excursión principalmente para hallarnos libres de todo impedimento y toda inconveniencia, para dejarnos a nosotros mismos atrás en mucha mayor medida que para librarnos de otros”
William Hazlitt – De las excursiones a pie“Recurrir al bosque, a las rutas o a los senderos, no nos exime de nuestra responsabilidad, cada vez mayor, con los desórdenes del mundo, pero nos permite recobrar el aliento, aguzar los sentidos, renovar la curiosidad. El caminar es a menudo un rodeo para reencontrarse con uno mismo”
David Le Breton – Elogio del caminar“Aquel que verdaderamente pertenece a la hermandad caminante no pasea a la búsqueda de lo pintoresco, sino de ciertos agradables estados de ánimo: la esperanza y la energía con las que comienza la marcha en la mañana, así como la paz y la saciedad espiritual del descanso de la noche […]. Haga lo que haga, no se tratará únicamente de una recompensa en sí misma, sino que será aún más gratificación en sus consecuencias, de modo que un placer conduce a otro en una cadena sin fin”
Robert L. Stevenson – Caminatas“Cada caminata es una especie de cruzada, que algún Pedro el Ermitaño predica en nuestro interior para que nos pongamos en marcha y reconquistemos de las manos de los infieles esta Tierra Santa. La verdad es que hoy en día no somos, incluidos los caminantes, sino cruzados de corazón débil que acometen sin perseverancia empresas inacabables. Nuestras expediciones consisten sólo en dar una vuelta, y al atardecer volvemos otra vez al lugar familiar del que salimos, donde tenemos el corazón. La mitad del camino no es otra cosa que desandar lo andado. Tal vez tuviéramos que prolongar el más breve de los paseos, con imperecedero espíritu de aventura, para no volver nunca, dispuestos a que sólo regresasen a nuestros afligidos reinos, como reliquias, nuestros corazones embalsamados. Si te sientes dispuesto a abandonar padre y madre, hermano y hermana, esposa, hijo y amigos, y a no volver a verlos nunca; si has pagado tus deudas, hecho testamento, puesto en orden todos tus asuntos y eres un hombre libre; si es así, estás listo para una caminata”
Henry David Thoreau – Caminar
La ciencia explica que el ejercicio físico realizado en una caminata, favorecido por el contacto con la naturaleza, libera una serie de hormonas que afectan positivamente a nuestro comportamiento: la serotina (anti depresiva, regula el apetito y el sueño), la dopamina (genera placer, sustituye a otras adicciones) y las endorfinas (neurotransmisores que controlan el dolor, la temperatura corporal, el hambre y las funciones reproductivas; es decir: el amor y el placer sexual)
En su novela “Leviatán”, decía Paul Auster que Thoreau era “el único hombre que sabía leer la brújula”, y que sin él nos hemos quedado todos un poco perdidos. Exagera, tal vez, igual que el propio Thoreau cuando se muestra dispuesto a no regresar de su caminata más que convertido en reliquia embalsamada… Pero a los pocos minutos de dejar atrás la puerta de casa, con la mochila al hombro y una senda deambulante frente a mí, yo mismo sería capaz de dejarlo todo atrás en el hechizo del camino, absorto en el sencillo mantra gestual de poner un pie delante de otro y dejar la cabeza en las nubes, un mantra que sana cualquier mal.
Yo soy andariego, siempre lo fui. De un tiempo a esta parte, por diversas circunstancias, lo tenía olvidado. Si eres un andariego tienes que caminar, de lo contrario el cuerpo lo acusa, y la mente también. A mí me ha pasado. Dejé que los papeles en el escritorio y el sillón frente a la pantalla le ganasen la partida al camino y creí que era suficiente con sentirse parte de la hermandad. No lo es. Es necesario volver al mantra: un pie tras otro, un pie tras otro… En eso estoy. Y estoy feliz.
Nos vemos en los montes.
Me ha gustado mucho tu entrada (lo de las reliquias embalsamadas un pelín extremo jeje). Yo creo que soy una caminante nata, no pierdo la ocasión de recorrer el cauce del río que cruza mi ciudad (Ebro-Zaragoza) una y otra vez, descubriendo caminos, visitando los sotos y los galachos (frecuentes en esta zona). Y creo también, y eso me hace sentir muy bien, que contagié a mi hijo esta sensación indescriptible de oler, tocar y respetar la naturaleza.Yo soy feliz rodeada de árboles y bichos.
Un sincero saludo
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Es una auténtica suerte haber conseguido contagiar tu pasión a tu hijo: yo todavía estoy trabajando en ello. la teoría se la sabe muy bien el condenado, pero la práctica le cuesta más, jejeje.
Gracias, Mª Yolanda. Es un placer tenerte por aquí.
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Salgo a caminar cada día. Desde casa. Cruzo el río y entro en el monte. Una hora, hora y media. Si salgo sin ideas, vuelvo con un cesto. Si salgo con demasiadas ideas, se colocan solas, en fila, ordenadamente, o se quedan en el camino las que entorpecen el claro fluir del pensamiento. Caminar es el mejor alimento espiritual. Un abrazo, Xibeliuss.
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Yo tengo esa misma sensación. En mi caso, además, se trata de un proceso en el que «yo» no intervengo: yo estoy a caminar y es la mente la que se compone por sí sola.
Un abrazo, Eladio.
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🙂
Yo también pertenezco a la hermandad… ejerzo mucho menos de lo que quisiera porque a mí sólo me gusta andar por el monte. A ser posible sola. En esos momentos echo mucho de menos un perro; un labrador, puestos a elegir grande y tranquilo, igual hasta lo llamaba Pedro porque iba a ser el mejor amigo de Heidi… pero como vienen sin stand by y luego tendría que meterlo en mi piso… Pues no.
Me gustan (y me representan) todas las citas que has puesto, pero más la de Stevenson. Y las fotografías de tu mochila 😛 Y leerte decir que estás feliz. Eso es lo que más me gustó de todo.
Un abrazo
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Salgo a andar, a despejar la cabeza y a disfrutar del entorno, claro. Y, por supuesto, a hacer fotos: la mochila con la cámara siempre viene conmigo 😀 Por eso sale en todas.
Sí, estoy feliz. No es sólo por el hecho de haber «vuelto a los caminos», pero sé que esto también ha influido, y mucho. Tampoco sé cuánto durar¨:) Voy a aprovecharlo todo lo que pueda.
Un abrazo, Vega
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Gracias por esta entrada,amigo, no me puedo sentir más identificado con ella ni estar más de acuerdo con cada una de las citas, el día que deje de andar se me apolillan los huesos.
A mi también me alegra decir que estás feliz, esos estados de ánimo hay que compartirlos.
Un abrazo.
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Me consta que eres un auténtico andariego, Tejón. Casi, casi de los que describe Thoreau 🙂
Me alegra que te guste.
Un fuerte abrazo
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Me han gustado los fragmentos de libros que se han escrito sobre el tema. No olvides lo que en su día dijos Machado: «Caminante, no hay camino, se hace camino al andar». Un saludo y a seguir andando!!
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Es un verso formidable. Quizás su presencia constante, excesiva, lo ha banalizado un poco; pero si te paras a leerlo en todo su sentido conserva toda su maravilla.
Gracias, Lidia. Saludos
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Suscribo lo que has dicho. Necesito caminar todos los días al menos una hora. Me libera y prepara para el resto del día, ahora bien, como sea caminar por el campo o por el monte, es una gozada, si además la recompensa o la meta es una laguna, una montaña o un paraje especial, es la releche, y lo máximo es cuando es una caminata que no he hecho nunca, eso es el culmen de las caminatas.
Nos vemos por el camino.
Me alegro que hayas recuperado las caminatas.
Un abrazo y ya quedaremos.
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También me consta que eres distinguido miembro de la hermandad de la caminería, Valverde 🙂 Compartimos espacio y sólo nos falta coincidir en el tiempo.
Un abrazo
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Existe una sensación incomparable a otras, y es la que se experimenta cuando llevas mucho, mucho, mucho rato caminando, por un entorno natural, sin demasiado riesgo (siempre hay, es parte del camino), con sus olores y sus sonidos, o sus silencios. Ese momento, y ese bienestar, debería sentirlo todo hombre alguna vez en su vida.
Cuando llegas a ese punto, tus piernas van solas, eres mucho más ligero, la mente no piensa de la forma habitual, sólo huele, mira, oye y está alerta pero de otra forma, y a otras señales. Tus sentidos han despertado.
Nada te importa, sólo el aire que entra en los pulmones, empuja el oxígeno a los músculos, y éstos responden, y todo lo notas. Nada importa excepto la intuición de encontrar la senda adecuada, de saber volver, o de ir más allá. Siempre más allá. Solo interesa ya cuando se pondrá el sol, o dónde suena alguna fuente, o algún refugio para quedarse un rato y poder seguir caminando después. La mente, mucho más conectada con nuestro cuerpo de lo que creemos, acaba de despertar también. Y todas esas cosas que en realidad somos, durante tan poquito tiempo en el transcurso de nuestras vidas.
Soy una caminante; y lo hago menos, y lo hecho de menos y me consume como un pájaro enjaulado. Crea adicción, por la vida. El ser humano evolucionó porque se puso a caminar.
Me encanta tu entrada, me identifico profundamente con ella, como el tejón, y me encanta tu estado de felicidad, espero volver a poder caminar más yo también. Pronto.
La primera cita es la que más me gusta:) Y las fotos, todas.
Nos vemos en los montes, Xibeliuss;)
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🙂 Es verdad. Es «ese» momento en el que lo único que cuenta es el camino. Supongo que sí, que será una reacción física, un equilibrio de hormonas, una conexión completa… quién sabe. Es, aunque suene un poco cursi, esa apertura espiritual de la que hablan los escritores.
Un besazo, Moni. Y vuelve al camino. Sólo hay que empezar.
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Como dice la famosa frase, la excepción confirma la regla.
Y es que a diferencia del resto han comentado en esta entrada, a mí no me gusta caminar, me aburre.
Quizás es una cuestión de velocidad ya que hacer lo mismo con una moto o con un coche me parece fantástico.
Afortunadamente Cabo Leeuwin es una isla muy pequeña. Solamente puedes caminar un poquito y enseguida toca dar media vuelta.
Saludos.
Ah, la recopilación de frases me ha gustado mucho.
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Jjejeje La excepción no confirma, sino que «pone a prueba» a la regla. ¡Benditas diferencias! Es muy posible que la contemplación del mar te lleve a un estado similar al que otros conseguimos caminando.
¡Ah, la velocidad! 🙂 No, es otra cosa. Apasionante también pero muy diferente.
Gracias, Anne. Saludos
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Es muy importante caminar, por los beneficios físicos y psicológicos que genera y, si además estás en contacto con la naturaleza, mucho mejor, más natural y más sano.
Van a dar las nueve de la mañana. Ya me preparo para mi caminata matinal de todos los días: unos siete kilómetros largos a 10 minutos por kilómetro. Viene uno nuevo, con ganas de hacer cosas. Si un día no puedo salir a andar, estoy como al revés.
Un saludo, Xibelius.
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Sí, cuando has cogido el hábito, el día que no sales a caminar te sientes frustrado. Supongo que será por la dopamina, menos mal que tiene fácil solución.
Saludos, Cayetano.
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Nos vemos, nos vemos! Es fácil encontrarse conmigo en el monte sea en Sanabria o Carballeda. Estos días me consuelo caminando por Madrid, pero no es lo mismo…, y también por su sierra los fines de semana, que es más parecido, pero no es igual… Sé muy feliz Xibeliuss! Un abrazo
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🙂 ¡La nuestra es una tierra de caminantes! Supongo que lo llevamos grabado en los genes, herencia de nuestros mayores que tantas veces hubieron de echarse el morral al hombro.
No, caminar en la ciudad no es lo mismo: Pero, oye: si es lo que hay, mejor eso que nada.
Abrazos, Diáspora, gracias.
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Caminar por senderos siempre cambiantes, porque por muchas veces que los camines siempre son diferentes. Envidio ese caminar vuestro con sus arboledas y sus torrentes, esos suelos cubiertos de hojas y sobre todo sus sonidos. Mis caminares son por una dura estepa cerealista sin árboles. Me distraen los conejos que a mi paso se esconden en sus huras y estos días las grullas que avisan que llega el invierno con sus graznidos volando en el espacio en forma de punta de lanza. Veo crecer la incipiente cosecha a la que las lluvias le bastaron para brotar.
Camino, pienso, medito, analizo este vivir apresurado del que cuesta librarse.
Sigue caminando amigo. Un abrazo.
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¡Qué te voy a decir, Inés! Los caminos de Sanabria son todo un espectáculo: desde las más famosas rutas de senderismo por lo alto de la sierra hasta el más humilde de los caminos entre aldeas. Como el río de Heráclito, nunca se repiten: cada vez que los recorres son diferentes.
Un abrazo, Inés.
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Andar es un placer. Andar por el campo es doblemente placentero. Tener el campo cerca (campo, montaña, marina) es ya un lujo asiático que los andarines que vivimos en ciudades grandes os envidiamos con envidia mala, malsana, verde, a los que tenéis la suerte de tener un bosque cerca donde perderos. ¡Ay, que mala es la envidia! ¡Ah, se me olvidaba! encima, a partir de los 3 o 4 quilómetros a buen paso hay que ver que culín se pone y qué gemelos salen…
Salu2
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😀 😀 😀
Bien, ésta es otra razón para nada desdeñable. Que no todo va a ser espíritu, coñe.
Gracias, JC. Saludos
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No sé qué tendrá perderse en los bosques y en los montes, dejarse llevar a través de un camino durante kilómetros, escuchar a los pájaros y el crujido de las ramas y las ojas, respirar el aire puro, fijarse en aquella seta o en el fruto de aquel otro árbol, arroparse ante el azote del viento frío, calentarse frente a un rayo de luz que se escapa entre las nubes, llegar a un hito y seguir por donde indica… No sé qué tendrá, pero yo lo practico y es mi terapia de relajación y deportiva.
Un saludo
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También tenéis en vuestra tierra grandes caminos por donde perderse, Carmen. Hay que aprovecharlo a conciencia.
Saludos
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Parafraseando a George Mallory, él decía que se escalan las montañas porque está ahí, nuestras salidas senderistas, o montañeras se producen por el mismo motivo: están ahí. Da igual que todo parezca lo mismo, que no lo es. Da igual repetir, que nada es lo mismo. Y tus citas aportan motivos.
Al monte pues.
Me gusta mucho la primera foto, de cabecera.
un abrazo
· LMA · & · CR ·
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La frase de Mallory es una de mis citas favoritas: «Porque está ahí». No hace falta más razón. Yo, además de andariego, también quería ser alpinista; no de los modernos, sino de aquellos salvajes que se ganaron a base de coraje, punta a punta, todos los picos europeos desde el Urriellu al Cervino y luego se dejaron la piel contra las laderas del Himalaya. No pudo ser. Aún así, la llamada de las montañas sigue sonando dulce en mis oidos 😀 Por lo menos, caminaré bajo su sombra.
Un abrazo, Ñoco
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