El Hombre Pez

Relatos Propios

Me dijeron que Francisco se volvió a la mar. Que alguien lo vio echarse al agua y nadar río abajo sin mirar atrás, como la otra vez, hace casi diez años ya. Que María, su madre, salió a buscarle por el pueblo al ver que no regresaba con la anochecida, que lo llamó a voces y a silbidos hasta que le dijeron de su salto al río. Bajó hasta las peñas donde su hijo solía sentarse a mirar las aguas, indiferente ante el tiempo y ante los hombres, pensando dios sabe qué. María sintió que nunca volvería a verlo.

Casi diez años atrás, en vísperas de San Juan, Francisco, alguno de sus hermanos y otros cuantos mozos del pueblo bajamos al río a nadar, un día de tantos cuando el principio de verano viene caluroso y las labores lo permiten. Después de un buen rato, solo quedábamos tres o cuatro en el agua, vimos llegar a la María llamando a su hijo para no sé qué recado, llevar algo al cura o así. Francisco no quería salir y siguió chapuzando sin hacer caso. Luego contaron que si María, muy enfadada, le había lanzado una maldición; todo falso: yo estaba allí, y lo que dijo fue que si no salía del agua de inmediato le iba a despellejar la espalda con el cinturón de su padre. Francisco se dio la vuelta y se fue nadando río abajo. Y no volvimos a verlo hasta que lo trajeron, cinco años después.

Un fraile lo trajo de vuelta. Contó que unos pescadores lo habían encontrado cerca del puerto de Cádiz, que primero lo vieron de lejos y que les costó varios días de trampas y cebos hasta que pudieron capturarlo y subirlo al barco. No supieron de seguro si era un hombre o un pez, o una mezcla de ambos como las sirenas, así que lo llevaron a un convento donde sabrían qué hacer con él. Tras muchas oraciones, muchos estudios, muchas inquisiciones, alguien le entendió decir “Liérganes”, alguien supo que eso era un pueblo en la montaña y el fraile lo trajo a su casa. Lo que de él quedaba.

El Francisco que el fraile trajo era un hombrico encogido, de pelo escaso y piel callosa, con la mirada vacía y que nunca hablaba, solo alguna vez dejaba escapar una especie de ronquido o gorgoteo que los más optimistas aceptaban como palabras perdidas. No soportaba los zapatos y aun de las ropas se despojaba a las primeras de cambio, con grande escándalo de las beatas y grandes risotadas de la chavalería. No se le veía a gusto con nadie: te miraba como perdido, si le pedías algo, lo hacía y quedaba quieto, sin saber qué más hacer a continuación; comía a deshoras hasta hartarse y luego ayunaba por dos o tres días. Era Francisco, sí, pero no puedo asegurar si era humano o no lo era.

Yo a menudo me senté junto a él en las peñas de debajo del puente, donde cada vez pasaba más horas. Miraba las aguas y dejaba escapar esos ronquidos suyos, a veces tensaba las piernas como dispuesto a saltar, o estiraba los brazos todo lo que daban… y poco más. No me miraba. Yo le hablaba bajito de cuando de chicos salíamos por ahí, tras las vacas, y jugábamos a tirarnos piedras, de lo que nos reíamos y de lo que nos enfadábamos. Ni me miraba y yo un día dejé de sentarme a su lado. Y hasta quise un poco olvidarlo.

Y al final se tiró de nuevo al agua y marchó nadando corriente abajo, y María no pudo hacer nada por retenerlo, y tal vez pensó, porque todos lo hicimos, que era lo mejor que podía pasar; para la familia, que no sabía que hacer con él, y para Francisco, que si de alguna manera pudiera ser feliz, habría de serlo aguas adentro. Y ahora soy yo el que a veces bajo a sentarme a las peñas y a ver correr el agua, y pienso que Francisco pudo encontrar su lugar en el mundo, mientras que los demás seguimos perdidos y no lo sabemos.

Música: Danny Elfman
Fotos Propias.
Basada en la leyenda del Hombre Pez de Liérganes. Más información, en este enlace.

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11 comentarios en “El Hombre Pez

  1. Estaba mirando las fotos y me sonaba, sobre todo por la montaña del fondo, no recuerdo si la llamaban las dos hermanas o las dos tetas, u otra cosa, no me acuerdo bien, estuve allí, cerca, una temporada. Me hubiera venido bien conocer a Francisco. Ahora también, pero entonces, más. Más entonces. Gracias, Xibeliuss. Un abrazo.

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  2. Una mezcla de fantasía y realidad que a nadie deja indiferente y una de las leyendas más nuestra, porque Cantabria es “Tierra de leyendas”.
    Para Eladio, es una de las tetas de Liérganes, se puede acceder a ellas por distintas rutas y cualquiera de ellas es recomendable.
    Un abrazo.

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  3. Una mezcla de leyenda y realidad y una de las que más me gusta, porque Cantabria es «Tierra de leyendas».
    Decirle a Eladio que es una de las tetas de Liérganes, y que tiene distintas rutas marcadas para acceder a ellas, todas muy recomendables.
    Un abrazo.

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  4. Somos del agua, y somos agua. De ella venimos, y a ella queremos siempre volver. Seguramente se fue a buscar a su sirena. Su hogar inmenso, poblado e criaturas de paz, esperándole, allí le entenderán a la primera, sin tener que hablar, incluso.
    Preciosa leyenda. No la conocía. Muy bonita….puntos suspensivos 😀
    Un beso, Xi.

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  5. ·.
    Una leyenda perfectamente contada. Un clásico, por aquí, como el chocolate con churros, de ahí mismo, o los ‘sacristanes’ tan exquisitos.
    La colinas del fondo son Cutillamón y Marimón, las Tetas de Liérganes, fácilmente alcanzables.
    Y finalmente… has estado a menos de 8 kilómetros. Hubiéramos tomado ese chocolate…
    Un abrazo Xi-ño

    LMA · & · CR

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  6. Una leyenda que, contada con tus palabras, adquiere una nueva dimensión, cercana y con sus visos de realidad. Quizá se base en las peripecias de un hombre sencillo al que le gustaba nadar y que un día desapareció con la corriente y nadie supo más de él, hasta que alguien muy similar apareció en el pueblo y las mentes inventaron, proplararon y agrandaron hasta convertirle en el Hombre Pez.
    En todo caso, prefiero la leyenda mil veces.

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