Injurias

Fotografía

«Nueve años pasan. Fin Barr, abad de Kildare, busca vigas para fortificar la abadía: en los robledales de Killarney, camina de tronco en tronco con sus lacayos. Miran hacia arriba, comparan, escogen. En la horcadura de un roble demasiado nudoso para ser madera de la que se hacen las vigas, Fin Barr ve, en medio de lo que ha tomado en un primer momento por una mata de muérdago, unos ojos risueños animarse y componer un rostro: es un hombre que levanta la mano y hace al abad un pequeño gesto delicado. Es el rey.

Bartleby

Libros

«Al día siguiente noté que Bartleby no hacía más que mirar por la ventana, en su sueño frente a la pared. Cuando le pregunté por qué no escribía, me dijo que había resuelto no escribir más.
—¿Por qué no? ¿Qué se propone? —exclamé—, ¿no escribir más?
—Nunca más.
—¿Y por qué razón?
—¿No la ve usted mismo? —replicó con indiferencia.
Lo miré fijamente y me pareció que sus ojos estaban apagados y vidriosos. En seguida se me ocurrió que su ejemplar diligencia junto a esa pálida ventana, durante las primeras semanas, había dañado su vista.
Me sentí conmovido y pronuncié algunas palabras de simpatía. Sugerí que, por supuesto, era prudente de su parte el abstenerse de escribir por un tiempo; y lo animé a tomar esta oportunidad para hacer ejercicios al aire libre. […] Pasaba el tiempo. Ignoro si los ojos de Bartleby se mejoraron o no. Me parece que sí, según todas las apariencias. Pero cuando se lo pregunté no me concedió una respuesta. De todos modos, no quería seguir copiando. Al fin, acosado por mis preguntas, me informó que había resuelto abandonar las copias.
—¡Cómo! —exclamé—. ¿Si sus ojos se curaran, si viera mejor que antes, copiaría entonces?
—He renunciado a copiar —contestó y se hizo a un lado.
Se quedó como siempre, enclavado en mi oficina.
¡Qué! —si eso fuera posible— se reafirmó más aún que antes. ¿Qué hacer? Si no hacía nada en la oficina: ¿por qué se iba a quedar? De hecho, era una carga, no sólo inútil, sino gravosa. […] Lo más bondadosamente posible, le dije a Bartleby que en seis días debía dejar la oficina. Le aconsejé tomar medidas en ese intervalo, para procurar una nueva morada. Le ofrecí ayudarlo en este empeño, si él personalmente daba el primer paso para la mudanza.
—Y cuando usted se vaya del todo, Bartleby —añadí—, velaré para que no salga completamente desamparado. Recuerde, dentro de seis días.
Al expirar el plazo, espié detrás del biombo: ahí estaba Bartleby.
Me abotoné el abrigo, me paré firme; avancé lentamente hasta tocarle el hombro y le dije:
—El momento ha llegado; debe abandonar este lugar; lo siento por usted; aquí tiene dinero, debe irse.
—Preferiría no hacerlo —replicó, siempre dándome la espalda.
—Pero usted debe irse.
Silencio»
Herman Melville – «Bartleby, el escribiente«

Así como nunca te bañas dos veces en el mismo río, al final de un viaje nunca regresas al mismo punto de partida.
El carrusel no se detiene.

Pd. ¿Recuerdan aquel proyecto con Fidel @M0uz0 del que les hablé? Pues es un podcast y ya se ha publicado la primera entrega: pueden encontrarlo aquí o aquí: ¿Es posible que La Mancha de Don Quijote no fuera la que se cree?