Una pareja cualquiera

Relatos Propios

Los dos nacieron con carencias: a él le faltó oxigeno, a ella le falló un gen. En el barrio los llamaban “Los Solopiensoentí”, por la canción de Víctor Manuel. No era para tanto.

Él trabajaba de ebanista donde Eladio, aprendió el oficio con el padre Ramiro en La Paloma. No tenía la inventiva o la facilidad de alumnos aventajados como Luquitas, pero era bueno en los trabajos que requerían gran concentración, podía repetir sin cambios cualquier diseño todas las veces que fuera necesario si lo había visto hacer antes. Le atraían los mecanismos de todo tipo. Desmontaba cuanto aparato caía en sus manos hasta comprender su funcionamiento; luego lo volvía a montar sin ningún fallo. Era capaz de repararlo todo y en el barrio, que lo sabían, abusaban de su bondad. Los críos le llevaban a casa los juguetes espanzurrados. Él los sentaba junto a la mesa camilla, se calzaba el monocular y les iba explicando con meticulosa paciencia sus trabajos paso por paso. Al terminar, ella traía chocolate y galletas caseras para todos. A los dos les gustaba estar con los niños. Nunca tuvieron hijos. No debían.

Ella se dedicaba a sus labores. Le gustaban los muebles brillantes y el ganchillo: tenía su casa como una patena con puntillas. Se llevaba bien con todo el mundo, a todos recibía con una sonrisa y una palabra amable. Tenía un grupo de amigas con las que echaba una mano en las cosas de la parroquia: después de haber pasado muchos años alejada, al final había hecho las paces con la Iglesia. Le costó perdonar que el párroco de entonces se hubiese negado a celebrar su matrimonio. Sus padres, que en gloria estén, tuvieron que ir a hablar con el obispo, presentar un montón de certificados médicos y remover Roma con Santiago hasta que se salieron con la suya. En las fotos de la boda aparecen con un curioso gesto que mezcla ansiedad y esperanza a partes iguales. La ansiedad desapareció en pocos meses.

Los sábados por la mañana iban juntos a hacer la compra de la semana. Llegaban al mercado cogidos del brazo, recorrían los puestos entre sonrisas y conversaciones con los tenderos, elegían con sumo cuidado los artículos que llevaban apuntados en su lista y volvían a casa cargados de bolsas. Después de colocar la compra bajaban a La Ardosa para tomarse un vermút y una ración de mejillones en vinagreta, o unos pepinillos o una de gambas a la plancha. Los domingos asistían a la misa de las doce, daban un paseo por el parque – siempre cogidos del brazo – y comían en alguno de los restaurantes del barrio, normalmente en el que ofrecía paella de menú. Las tardes las reservaban para el cine: a los dos les gustaban las películas de detectives al estilo Hercules Poirot, intrigas de salón con delitos elegantes y escasa violencia. Si había alguna escena de peleas ella escondía su cara tras la chaqueta de él. Volvían a casa sentados muy juntos en el metro, cenaban un vaso de leche y unas magdalenas y se acostaban abrazados con una sonrisa en los labios. Al día siguiente comenzaban una semana más.

Ponían interés en cuanto hacían y cuanto hacían les era motivo de maravilla. Cosme el pollero, que además de escribir versos medio a hurtadillas era un artista del timo en corto, jamás pudo tangarlos con los cambios. “Ay, Cosme, Cosme…” – le decía ella tras el enésimo intento fallido – “Tienes que poner más cuidado. Un día un cliente no se dará cuenta de tu error y te llevarás un disgusto”.


Versión para imprimir en «El Club de Lectura»
Música: The KlezmaticsDer Yokh

(Con la que está cayendo habrá quien no entienda que traiga «L’estaca» de Lluis Llach ¡cantada en yiddish!… cada uno tiene sus razones 😀 )

24 comentarios en “Una pareja cualquiera

  1. Ay, que bonito, por todos los dioses y ninguno en concreto 🙂

    Y qué alegría saludar a Cosme. Pajarito ¿dónde anda? Se le extraña mucho. Y a Castañuela, Tebib, los Oliván… no pierdo la esperanza de encontrármelos a todos en un tocho de setecientas páginas. Tusquets estaría bien 😉

    Un abrazo muy grande y muy agradecido, Xibeliuus

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    1. ¡700 páginas! Tú quieres acabar conmigo 😀
      Sí, yo también los echo de menos. El otro día fui a donde Luquitas porque no me acordaba del nombre de su profe y acabé leyéndomelo entero. ¡Muy crepuscular! 🙂
      Gracias muchas, muchos besos

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    1. Gracias, Álvaro. La versión de The Klezmatics me parece excelente: la variedad añade más facetas a lo que ya es bello de principio. Cerrarse no lleva a ningún lado. ¡Saludos!

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    1. Amor del bueno, el que es puro sentimiento por encima de todo. Quizás sólo exista en la lírica! 🙂
      Gracias, Mari Paz. Saludos y bienvenida

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  2. Le has puesto flamenco al blog? jejeje…o estoy psicotica ya..no sé dónde he dado pero suena diego el cigala..

    Que canción más hermosa, la conocía bien, no cantada así…pero igualmente hermosa, me refiero a la otra, la de la estaca que no podemos sacar.
    Esa pareja vive. Su amor y sus días; y ya es mucho decir. Mucho. Yo no tengo esa estaca, de verdad, me solté…aunque no sé si ha servido de mucho haberme soltado yo sola.
    Un besazo, genio;)

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    1. 😀 😀 😀 ¡Puedo jurar que lo del Cigala no es cosa mía! Creo que ha sido en este blog donde hablé de Meneses y de Morente, pero del Cigala, que yo recuerde, todavía no. Lo de poner música de fondo en los blogs – no un enlace, sino que la música empezaba a sonar según abrías la pestaña – fue una moda nefasta que por suerte duró poco 😉 Yo caí.
      Muchas gracias, Moni- Un besazo
      Pd. Sí, Ungenio…Tarconi (alias Giro Sintornillos, el amigo del Pato Donald) 😀

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  3. No puede haber nadie en este mundo tan feliz… Ey, solo pienso en ti…. Como no? Bella y triste canción, sencilla y compleja historia… Y una joyita el tema de acompañamiento. Un abrazo muy grande Xibeliuss

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  4. Lo de la patena con puntillas es rizar el rizo,jejeje.
    Es precioso, cuanta gente sin carencias, teniendolo todo es infeliz.
    Bien viene recordar L´estaca.
    Un abrazo otoñal.

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    1. Jjejejeje Es un chiste privado con alguien que casi seguro no llegará a leer el cuento: me pareció lo más descriptivo para la casa de los protagonistas.
      Bien viene, sí. En estos días más que de costumbre, y cantarla al viento brazo sobre brazo, cada uno con su voz pero todos acompasados. Si empujamos juntos…
      Un abrazo de 4 estaciones, como las pizzas 😀

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    1. Jjejeje. «Y que la conozca como yo la cuento… y como usted la recibe» – podría añadir yo, pero no me atrevo a apostillar a Tabuchi
      Gracias, saludos

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  5. Dos personas que se podrían encontrar en cualquier barrio, ciudad o pueblo. Se les puede llamar Manuel y María, o Pepe y Paca, o Lorenzo y Rosa. El caso es que son tangibles, reconocibles, y es por ello que este relato resulta tan cercano.
    Un saludo

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  6. El relato me ha parecido maravilloso. Hay bastantes personas así, más de lo que imaginamos, pero llevan una vida tan sencilla que no llama la atención. En cuanto a la canción, no digo nada y menos hoy a 3 de octubre.
    Un abrazo.

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