Pajarito

Relatos Propios

Pesaba más de cien kilos y le llamaban Pajarito. Podrían haberle llamado Polifemo, pero el que ponía los motes en el barrio no estaba muy familiarizado con la mitología griega. Pajarito era cándido como un niño y fuerte como un tiro de bueyes. Muchas veces en la obra -donde siempre le tocaban los trabajos más duros- dejaba todo y se sentaba en el andamio con los pies colgando hacia el abismo. Y pasaba el resto de la tarde sin hacer nada, con la mirada perdida más allá de la ciudad. Como un alelado.

Investigación

Relatos Propios

Vuelvo a escarbar en el archivo. Hace unos días les comenté como mis personajes Indio y Tebib pasaron del cómic al texto; hoy quiero presentarles el primer relato en el que aparecen los dos policias. Fue escrito con anterioridad a «La Estación de Chamberí» y relata hechos inmediatamente anteriores a esta historia; es más: durante un tiempo intenté ensamblarlo todo en un único argumento. ¿Recuerdan el capítulo final de «La Estación...»? El Indio preguntaba por una mujer. Entonces, algunos de los lectores del blog donde se publicó, creyeron que dejaba un final abierto. En realidad tenía que ser el cierre, el punto en común de tres líneas argumentales diferentes.

Una última advertencia antes de empezar: EL TEXTO ES MUY EXPLICITO. Como se suele decir: «Puede herir la sensibilidad de algunas personas«. Ustedes deciden.

Tom Sodoge

Foto número uno. Vagabundo sentado en el suelo junto a una valla de alambre. Las manos atadas con cable sobre su cabeza. Garganta desgarrada, jirones de carne colgando. Pechera de la camisa cubierta de sangre. La boca abierta en un grito mudo. Piernas retorcidas, bien por los estertores de la agonía, bien por los últimos e inútiles esfuerzos para librarse de su asesino. Foto número dos. Mujer abandonada en un solar. La falda y las bragas enroscadas en el tobillo izquierdo. Blusa abierta. Sujetador arrancado. Herida incisa desde la vagina hasta la garganta. Tórax abierto como un libro mostrando interior sanguinolento. Barro de sangre alrededor del cadáver. Foto número tres. Cuerpo de mujer inclinado sobre el capó de un coche, dentro de un aparcamiento. La cabeza girada debería permitir ver su perfil […]


Pueden leer el relato completo en El Club de Lectura, pulsando aquí. Por supuesto, como siempre, gratis y sin compromisos.

 

Foto: Tom Sodoge – visto en Unsplash [Free (do whatever you want) high-resolution photos]

Re-Procesado propio.

El huerto de la vida

Fotografía

– Cuida siempre que el lugar en el que vivas tenga hiedra al norte, para que no te falte abrigo en las noches de invierno; un rosal por naciente que te haga sensible al amor y a la belleza de las cosas, y al poniente un frutal, aquel que tú prefieras, como ofrenda para que en tu mesa haya un plato de comida durante todos tus días sobre la tierra.

– ¿Y a mediodía, abuela? ¿No debo plantar nada al sur de mi casa?

– Mi hijita… ¡Planta tanto como puedas, cuánto y dónde quieras! Artemisa para el buen ánimo, llantén para curar las heridas, diente de león para tus huesos, saúco para los enfriamientos, caléndula para regular la sangre, ajo y perejil, tomillo y romero, menta, salvia y yerbabuena para saborear la vida y sostener tus fuerzas. Planta flores que alegren tu vista y hortalizas que mantengan tu despensa llena; y reserva unos cuartillos donde crezcan las ortigas, te ayudarán en todo lo que puedan ¡y mucho es, si lo piensas!.

“ Mas preocupate siempre de dejar un camino abierto por donde puedan llegar a abrazarte aquellos que lo merezcan… y por donde partir, sin mirar atrás, si llega el momento.

Pastillas para dormir

Relatos Propios

pastillasparadormir_terraholy

No puedo dormir.

Bueno, jajá, dicho así, suena más grave de lo que es. Parece el comienzo de un cuento gótico, de esos con viejo de ojos desencajados que se levanta a recorrer su mansión palmatoria en mano mientras la tempestad arrecia contra los ventanales del hall. No, lo mío es algo más de andar por casa, más del día a día, jajá. No es que sea grave, pero sí molesto, como una caries que sólo hace daño cuando bebes algo demasiado frío y no te acuerdas de ella hasta la próxima vez. Ni siquiera puedo decir cuándo, cómo empezó. Un día me pareció que me levantaba demasiado temprano, siempre una hora antes al menos que cualquiera en la casa; y, aún así llevaba ya un buen rato dando vueltas en la cama. Y no era cosa del día anterior ni de la semana pasada. ¿Un mes, dos? No pude saberlo. Tampoco quise preocuparme. Son etapas. Eso, etapas.

[…] Pueden leer el relato completo en El Club de Lectura, pulsando aquí. Por supuesto, como siempre, gratis y sin compromisos.

Foto: Terra Holy – visto en Unsplash [Free (do whatever you want) high-resolution photos]

Re-Procesado propio.