
Hay un escritor que debe escribir un cuento:
«[…]Desde entonces Sarah Winchester dedicó su vida a la construcción de la mansión que hoy lleva su nombre; un edificio imposible, inhabitable, con puertas que se abren al vacío, escaleras que acaban contra los muros y salones sin acceso… Un dibujo de Escher erigido en ladrillo y estuco. Durante cuarenta años, hasta el mismo momento de su muerte, Sarah dirigió personalmente las obras, sin un solo día de descanso. Se piensa que quiso así tener ocupados a los malos espíritus, perdidos en el laberinto en el que convirtió su mansión.»