Podría contar que tengo un amigo en el norte; un tipo de pasado complejo y presente sencillo que se gana la vida – no le hace falta mucho – como locutor de la emisora local. Lo conocí ya unos años atrás, un poco por casualidad. Nos veíamos a última hora de la noche, él siempre tenía palabras, palabras para todo y a menudo acertadas. Sabe de músicas, de historias, de versos y de preguntas, y a veces sufre arrebatos de creatividad artística en los que hace brotar magia desde el corazón del absurdo, como pasa en los mejores momentos de la vida real. Para mí es un hermano mayor que ha llegado a donde yo querría llegar – aunque el ya tiene un hermano con el que está tan sincronizado que los dos sueñan a compás.